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Una vida dedicada a la paz entre los Pueblos y
la dignidad y libertad para su pueblo de Palestina

Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina,
Viernes 5 de noviembre de 2004
Sección Exterior – Pagina 4

Opinión

Arafat, el hombre que nunca se resignó (ver)

Por Suhail Hani Daher Akel *
Para LA NACION

Para quienes conocemos al presidente Arafat, su sonrisa refleja su corazón brindado al pueblo palestino y a su fe. Es un hombre que luchó con la vida y con la muerte. Jamás se resignó ni permitió que su pueblo se resignara. Con alta moral defendió los derechos de la libertad, sin que ésta fuera a expensas de la libertad ajena.

Desde su discurso en las Naciones Unidas (ONU) en 1974, en el que solicitó que no permitieran que cayera de su mano la rama de olivo por la paz, hasta su renovado exilio en un hospital francés en la última semana; en su enérgica condena de hace tres días al atentado terrorista en Tel Aviv y en sus felicitaciones enviadas anteayer al presidente norteamericano George W. Bush por el triunfo electoral, la rama de olivo se mantuvo alta a pesar de la muerte lenta impuesta por Sharon.

Las esperanzas de Arafat y su pueblo se renovaron en el apretón de manos con Rabin. La emoción de Arafat y la nuestra no se ocultaron en la Casa Blanca cuando niños israelíes y palestinos con sus banderas agitaron ramas de olivo tomados de las manos y luciendo remeras blancas con las palabras salam-shalom ("paz" en árabe y en hebreo).

¿Cuál fue el derecho de asesinar a nuestro socio en la paz Rabin y desdibujar la sonrisa de un hombre comprometido con la paz de los valientes como Arafat, premio Nobel de la Paz?

Sharon impuso esta situación. En septiembre de 2000 pulverizó cualquier alternativa de paz, demonizó al liderazgo y al pueblo palestino, y comenzó a hacerle deleitar el sabor de la muerte y el dolor, que, como consecuencia, golpeó al propio pueblo israelí.

Era necesario desestabilizar cualquier posibilidad de un Estado palestino con Jerusalén oriental como capital junto al Estado de Israel, como amigos y vecinos.

Apeló al discurso oficial: lidiar contra el terrorismo y por la seguridad, e impuso terrorismo de Estado e inseguridad al indefenso pueblo palestino, cercando a su presidente hasta su salida a París. Fue el peor de los encierros que recuerda la historia de un presidente democrático.

Muros de apartheid, asesinatos selectivos y masivos acompañaron en estos últimos años la agonía de un pueblo. Faltas de garantías y prohibición a los elementos humanitarios deterioraron la salud de Arafat. Sin asumir responsabilidades, Sharon e Israel en las últimas horas aumentaron la confusión para disfrutar la muerte ajena. Tampoco respetaron la ética que necesita un ser humano cuando lucha con su propia muerte.

*El autor es Embajador de Palestina en la Argentina

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