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Una vida dedicada a la paz entre los Pueblos y
la dignidad y libertad para su pueblo de Palestina

Diario Sur
Buenos Aires, Viernes, 21 de septiembre de 1990

Punto de Vista

SABRA Y CHATILA, los recuerdos de la muerte (ver)

Por Suhail Hani Daher Akel
Director de la Oficina de Información Palestina en la República Argentina

Con el eslogan “sui generis” “Paz para Galilea”, Israel abrió su paso a sangre y fuego, invadiendo el Líbano el 6 de junio de 1982, merced a sus obuses, bombas de fragmentación y armas químicas, descargadas masivamente contra los civiles libaneses.

A diferencia de la actual crisis del Golfo, los Estados Unidos se limitaron a aceptar y garantizar tan “noble actitud invasora”. Paz para Israel, infierno para el Líbano... y el Líbano se transformó en una verdadera caldera, donde niños, mujeres y ancianos quedaron calcinados al paso de la soldadesca, que tenía como misión destruir definitivamente la resistencia nacional libanesa y palestina, liderada esta última por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Durante 88 días, el Líbano y los campos de refugiados palestinos fueron sumergidos en un caos total. Menahem Begin –Premio Nobel de la Paz en 1977– había confiado en su general Ariel Sharon la positiva teoría colonial “dividir para reinar” pero el general le sumó “destruir para gobernar”.

La prepotencia militar israelí, embriagada por su poderío bélico, no pudo llevar a cabo esta última teoría, no logró el objetivo final: destruir la Revolución Palestina, destruir a la OLP. A pesar del asedio impuesto por las fuerzas israelíes en Beirut occidental durante los últimos 77 días, el primer ministro israelí no contó con el placer de tener sobre su escritorio –como lo había anticipado– la cabeza del comandante Yasser Arafat y de los líderes palestinos... Intrínsecamente, Israel comenzaba a vivir una fuerte derrota, tanto en lo militar como en lo político, frente a la resistencia nacional palestina.

La comunidad internacional exhortó, como condición “sine qua non” el repliegue del Israel y el retiro de las fuerzas de la OLP de Beirut, como una solución para calmar la guerra. A diferencia del ejército israelí –que aún hoy permanece en el Líbano– la resistencia palestina, respetando los derechos territoriales del pueblo hermano libanés, accedió a tal pedido, dejando a cargo de las fuerzas multinacionales de paz la protección de los campamentos de refugiados. Mas el sabor de la muerte pronto alcanzaría a muchos de esos palestinos.

Sin la presencia de la OLP, cayó la noche del 16 de septiembre y, hasta el 18 de septiembre de 1982, los campamentos de Sabra y Chatila fueron rodeados por el ejército de Ariel Sharon, aislándonos del mundo, seduciendo de ese modo a un pequeño grupo de mercenarios libaneses que respondían a sus bajos instintos, quienes no titubearon en descargar su incentivado odio.

Con hachas, cuchillos y fusilamientos en masa, asesinaron impunemente a indefensos civiles palestinos, mientras los Bulldozer israelíes apresuradamente se encargaban de remover escombros envueltos en cadáveres.

Más de 5.000 mártires palestinos comenzaron a convertir el aire de Sabra y Chatila en los recuerdos de la muerte.

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