Diario
Clarín
Buenos Aires – Martes 4 de junio de 1996
Sin paz no habrá seguridad en Medio Oriente (ver)
Para el autor, no hay grandes diferencias entre el partido Laborista y el Likud en su política hacia los árabes
Suhail Hani
Daher Akel
Representante de la Autoridad Nacional Palestina en la Argentina
En un marco electoralista donde se puso en juego la continuación o la paralización del proceso de paz, es lógica la preocupación de quienes vienen trabajando para conseguir una paz duradera entre palestinos e israelíes.
Sin embargo, no podemos soslayar que nuestro socio en la paz, el Laborismo, del mismo modo que lo propuso el triunfante Likud, nunca tuvo demasiada prisa por los acuerdos firmados con nosotros. Solo basta observar que el proceso de Oslo está demorado 19 meses y violado en sus conceptos con el cierre de fronteras durante tiempo indefinido; fuertes boicoteos económicos y agravios psíquicos, físicos y materiales en sus castigos colectivos. Tampoco demostró mayor apertura que las promesas del Likud en cuanto a los derechos nacionales del pueblo palestino en su propia tierra y a su propio Estado independiente.
De todos modos, los acuerdos de Oslo y más adelante la firma de la Declaración de Principios de Washington y las ratificaciones de la primera, segunda y tercera etapa de Oslo dejan marcados los compromisos entre Palestina e Israel, compromisos que son irreversibles.
Israel, con su actual conductor Benjamín Netanyahu, Palestina y el resto de los países árabes no desconocen que la falta de pacificación de la zona y el aprovechamiento israelí de mantener los territorios árabes ocupados con su política de puño de hierro provocaron con el paso del tiempo un progreso indudable de los sectores fanatizados de la región.
Si bien no pretendíamos que se lograra un 88%, tal como fue el voto democrático del pueblo palestino a favor del presidente Yasser Arafat y del proceso de paz, fundamentalmente por la diversidad de nacionalidades que componen la sociedad israelí, esperábamos una mayor tendencia hacia quienes, como Rabin y luego Peres, insertaran a Israel, gracias a los acuerdos, en el contexto internacional.
No obstante, es importante destacar que el crecimiento de los partidos minoritarios, fundamentalmente de los árabes y de los progresistas israelíes, dará un mayor y más eficaz replanteo en el Parlamento israelí a la política de regresión que pretenderán llevar adelante algunos de los halcones que rodean a Netanyahu, como es el caso de Sharon.
“La falta de pacificación de la zona provocó el progreso de sectores israelíes fanatizados”.
Es muy posible que en alto vuelo político resulte interesante para Estados Unidos el triunfo del Likud, ya que lo compromete por el hecho de estar en el poder con el proceso de paz. De este modo, se achicaría el margen de los opositores al acuerdo.
No hay dudas de que la región necesita seguridad, tal como dijo la campaña del Likud. Pero la seguridad no sólo deberá se para los israelíes: la seguridad deberá ser para los palestinos, los libaneses, los egipcios, los sirios y todos los países y pueblos de la región. La seguridad sólo se obtiene con paz. La paz se puede obtener con el respeto a las resoluciones de la ONU, a los acuerdos firmados y al retiro de las fuerzas de ocupación israelí de Palestina, incluidos Jerusalem oriental, el Líbano y Siria. La paz se obtiene devolviendo la dignidad y la justicia al pueblo palestino e israelí.