Diario : La República
Montevideo, Uruguay, 11 de Noviembre de 2008
Por: Suhail Hani Daher Akel (*)
Cuatro años sin Abu Ammar. Sin el Padre de la Patria, Cuatro años de su muerte. Su asesinato aún se mantiene impune y sin responsables.
¿Hay responsables? Claro que los hay.
A la luz de los hechos, el responsable directo, fue Sharon. Actualmente, y desde el 2005, reposa en estado vegetativo. Casi un castigo de la providencia obligándolo pagar sus crímenes de lesa humanidad en la tierra. El carácter ‘gangsteril’ de su gobierno, quedó demostrado el 31 de enero de 2001, al decir: “lamentó no haber liquidado a Arafat en Beirut” (durante la invasión israelí al Líbano en 1982).
Con fervor amenazante, declaró: “No sugeriría a ninguno de los dos que se sienta seguro. No propondría a ninguna compañía de seguros que les ofrezca una póliza”, en referencia al presidente Arafat y al jefe libanés de Hizbollah, sheij Hassan Nasrallah (diario Ha’aretz 2/4/2004). La palmaria intimidación de Sharon contra Arafat, tuvo lugar 10 días después de que helicópteros israelíes mataron al líder espiritual de Hamas, sheij Ahmed Yassin en Gaza, al término de sus oraciones en la Mezquita.
Siete meses después, Sharon logró el objetivo. Arafat moría el 11 de noviembre de 2004, casi disecado, como consecuencia del poderoso veneno sharoniano. La sustancia era altamente letal, se diluye sin evidencia, altera el organismo y no le permite generar glóbulos rojos.
La teoría del crimen se vuelve contundente. Un viejo amigo y confidente de Sharon, el periodista sionista del New York Post, Uri Dan, publicó en Francia su libro “Ariel Sharon: Entrevistas con Uri Dan”, donde resaltó que Sharon le confesó personalmente que había decidido matar a Arafat y obtuvo la autorización del presidente Bush durante una conversación telefónica a principios de abril de 2004. Uri Dan, murió de cáncer de pulmón en diciembre de 2006, apenas unos días antes de la presentación del libro. Según el periodista israelí de Ha’aretz, Amnon Kapiliuk, Dan decidió publicar el secreto porque su amigo Sharon estaba acabado políticamente por su padecimiento y él, era consciente de su propia enfermedad terminal.
Un portavoz del gobierno israelí aseguró el fin de Arafat y determinó el necesario rol de la división del frente interno palestino, al afirmar que: “Los planes del Gobierno de Ariel Sharon ha sido ya comunicado a Estados Unidos. Si Arafat continúa minando a Mahmoud Abbas (actual presidente) reconsideraremos su localización y su inmunidad” (El Mundo, España 13/7/2003).
El saliente presidente Bush, al convalidar el magnicidio, es participe secundario del envenenamiento del presidente Arafat. Además de ser Bush, el instigador del asesinato público del presidente iraquí Saddam Hussein y de manera directa por los crímenes masivos contra los pueblos de Irak, Afganistán y el ultimo ataque a Siria.
Los cómplices de Sharon en el martirio de Arafat, entre otros, fueron el polaco Shimon Peres, el iraní Shaul Mofaz y el hijo de rusos Ehud Olmert, prominentes figura de la administración israelí.
Shimon Peres (Szymon Persky), ideólogo del plan nuclear israelí en la década del ’50. Actualmente luce la banda presidencial de la potencia ocupante e irónicamente gestor del ‘Centro Shimon Peres para la Paz’. Gracias a la sincera mano tendida por Yasser Arafat el 13 de septiembre de 1993 en Washigton, para alcanzar ‘la paz de los valientes’, Peres, consiguiócompartir el premio Nobel de la Paz en 1994 con Yasser Arafat e Yitzhak Rabin.
Convertido en canciller de guerra de Sharon en el 2001, sinceró su rostro y avaló el terrorismo de Estado israelí, las matanzas de palestinos durante la Intifada de Al Aqsa y el cerco militar al presidente, Nobel de la Paz, Yasser Arafat. El periodista del diario Ha’aretz, Gideon Levy, en una carta abierta dirigida al Canciller Shimon Peres, le pidió -sin éxito- que abandone el gobierno de coalición con Sharon: “Un gobierno que sabotea cualquier iniciativa de los palestinos para lograr el establecimiento de la calma, que humilla de la peor forma posible a sus líderes y que ha convertido la venganza en su única fuerza motriz ya no puede ser perdonado”.
Del mismo modo, sacudió la conciencia de los miembros del Comité Nobel noruego, quienes molestos con Peres, “lamentaron haberle concedido el premio Nobel de la Paz”. Hanna Kristine Kvanmo, miembro activa del Comité, comentó: “Desearía que fuese posible que pudiéramos retirar el premio...Lo que está ocurriendo hoy en Palestina es grotesco e increíble. Peres es responsable, en tanto que es miembro del gobierno. Ha expresado su acuerdo con el primer ministro Ariel Sharon. Si no hubiera estado de acuerdo con Sharon habría debido retirarse del gobierno”. (Agencias Oslo, Noruega, 10/4/2002).
Previendo el final. El presidente del Comité Nobel, Geir Lundestad, fue categórico: “Un galardonado del premio Nobel de la Paz muerto por las acciones de otro galardonado" (BBC Mundo, 5/4/2002).
Fruto de su propio historial. Shimon Peres, siendo canciller del fundamentalista premier Yitzhak Shamir, organizaron junto con el ministro de Defensa Yitzhak Rabin el asesinato del segundo de Arafat. El 16 de abril de 1988, Ehud Barak, comandando un grupo elite de la Mossad, violó la soberanía tunecina para matar de 72 balazos en su casa al vicejefe de la OLP, Khalil al Wassir (Abu Jihad), ante los ojos desesperados de su esposa y sus hijos.
El actual ministro de Transporte y candidato en las elecciones israelíes en febrero de 2009, Shaul Mofaz, es otro de los responsables. Fue jefe del Estado Mayor y ministro de Defensa de Sharon. Ideólogo de la ‘solución final’ para aniquilar la Intifada y uno de los ejecutores del cerco criminal contra el presidente Yasser Arafat en la Mukata’a (presidencia), desde el 1° de diciembre de 2001 hasta su salida para internarse en el Hospital Percy de París el 30 de octubre de 2004.
Fanático hostigador para acabar con Arafat e impulsor junto con Sharon en la siembra de las diferencias palestinas, Mofaz, en declaraciones a la radio militar en el 2003, dijo: “Arafat representa un obstáculo muy importante para el primer ministro Mahmoud Abbas y para todo el proceso político (...) hemos cometido un error histórico al no expulsarlo hace dos años, pero vamos a tratar este caso a corto plazo, sin duda antes de fin de año”.
Coordinados. El portavoz de departamento de Estado americano, Richard Boucher, aceptó que: “Washington estaba al tanto de las declaraciones de Mofaz”, y agregó: “Nuestra posición frente a Arafat no ha cambiado. Consideramos que hace parte del problema, no de la solución...para alcanzar un acuerdo de paz con Israel”.
La bravuconada colonialista de cercar al presidente democrático Arafat, levantó voces israelíes solidarias como la del intelectual Ury Avnery y de la ex ministra de Educación Shulamit Aloni. Durante un reportaje Aloni, agitó a la sociedad israelí, expresando: “el comportamiento del jefe de Estado Mayor Moshe Ya’alon, es absolutamente similar al del antiguo dictador fascista Italiano Benito Mussolini en alianza con Adolfo Hitler” (Al-Quds Al-Arabi, Londres, 28/8/2003). En respuesta a la torpe filosofía de Ya’alon, quien declaró: “Arafat merece morir...” (semanario Paris Match, julio 2003).
Luego de abandonar la presidencia del partido izquierdista Meretz en protesta por sus flácidas reservas sobre el cerco contra Arafat, montada en cólera, Aloni, acusó: “Ariel Sharon es un Criminal de Guerra, y debería ser llevado ante los Tribunales debido a las acciones horribles que él cometió en los territorios ocupados palestinos”. Y agregó: “el ministro de Defensa israelí Shaul Mofaz, es también un Criminal de Guerra, y debería ser juzgado por la Corte Internacional”, afirmando: “cometió Crímenes de Guerra cuando él era Jefe de Estado Mayor y siguió haciéndolo hasta después de que recibió la cartera de Defensa”.
Ehud Olmert, actual primer ministro en decadencia, obligado a presentar su renuncia el 21/9/2008 por sus actos de corrupción y hábil dilatador del dialogo de paz, fue otro de los grandes alentadores del asesinato de Arafat. Como vicepremier de Sharon, el domingo 14/9/2003, expresó a la radio pública israelí: “estamos intentando eliminar a todos los responsable del terrorismo y Arafat es uno de los cabecillas”... “Desde un punto de vista moral, no hay diferencia con matar a otros que estén implicados en actos de terrorismo. Es una cuestión práctica”
El editorial de uno de los principales diarios israelíes despertó a sus lectores con el siguiente titular: “Tenemos que matar a Yasser Arafat”. “La idea de exiliarlo está ganando cotización, pero la objeción es que será más o menos el mismo problema si viaja libremente por el mundo... No se pueden hacer las cosas a medias...” (Jerusalem Post, 12/9/2003). El gabinete de seguridad israelí hizo público su intención de asesinar al presidente Arafat. Al generarse el debate, Ehud Olmert afirmó que el asesinato de Arafat es considerado un “método legitimo...la cuestión es de qué manera se acaba con Arafat”...“La expulsión es una opción. El asesinato es otra posibilidad”.
Nada conmovió a la comunidad internacional. Los liderazgos del mundo, entre ellos, Londres y países árabes, tibiamente consideraron “inaceptable” la muerte de Arafat. En la práctica, los significativos acuerdos económicos y de libre comercio de Europa, China y América Latina con Israel, las relaciones diplomáticas en aumento y la complicidad de los Estados Unidos, motivaron la actitud extremista e inhumana de Israel contra Arafat.
Cerco; boicot; falta de agua, de alimentos y de medicamentos; cortes de electricidad y teléfonos. Múltiples bombardeos y violaciones a la sede presidencial, fue el vademécum de una muerte lenta, larga y morbosa, coronada con el envenenamiento.
No se rindió. Sabía que una vez más estaba luchando contra su propia muerte, de las que tantas veces salió victorioso. Con la sabiduría de un estratega, el peso de la edad y su cuerpo magullado, Arafat les respondió metafóricamente con su árabe poético: “el viento nunca podría mover la montaña”. Él sabia que en esta oportunidad la muerte lo vencería, pero no a su pueblo.
La sangre palestina se heló. Su pueblo quebró su voz al grito: ¡de Ramallah a París envenenaron a nuestro presidente!. El silencio fue patético. Entre las pocas voces denunciantes. El presidente Jacques Chirac, confirmó que “Arafat fue envenenado”. El ex asesor del presidente, Bassam Abu Sharif, señaló: “Chirac y tres médicos franceses que asistieron a Arafat en un hospital de París conocen el tipo de veneno utilizado, pero mantienen en reserva esa información en beneficio del pueblo palestino”. Por su parte, en declaraciones a la televisora árabe Al Jazzeera, el líder de Hamas, Khaled Mechaal, opositor a Arafat, “Acusó a Israel de haber envenenado la sangre de Abu Ammar”. También su medico personal Ashraf al Kurdi, sumó la teoría de la conspiración y el envenenamiento.
Es imposible seguir continuamente avalando la retórica de Israel de instrumentalizar el holocausto y el antisemitismo para montarse por encima de las leyes jurídicas internacionales, incluso, aquellas que firmó como Alta Parte Contratante.
El sintomático silencio es el peor aliado. Las evidencias del crimen del presidente Yasser Arafat, son contundentes.
La total ausencia de voluntad política para obligar la rendición de cuentas a los responsables, es grave. En la codificación del delito, luego de cuatro años aún no hay acciones legales. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, debe crear inmediatamente en la Haya un ‘Tribunal Internacional’ especial, similar al de Nüremberg, para desplomar todo su peso de justicia sobre los jerarcas israelíes, sus cómplices y sus participes secundarios, incluso, sobre aquellas manos palestinas llagadas de traición. Juzgarlos y condenarlos por crímenes de guerra y crímenes de genocidio.
Con el orgullo de haber sido su embajador, solo me resta decirle, hasta la victoria comandante Yasser Arafat. Hasta Jerusalem.
(*) Fue el primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina
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