Revista
El Restaurador
Centro de Estudiantes de la Facultad
de Derecho
Universidad del Salvador
Buenos Aires,
Año 1996
Tu Dios, mi Dios, el Dios (ver)
Por Suhail
Hani Daher Akel
Representante de la Organización para la Liberación de Palestina-OLP
En nombre de Dios o de los Dioses el hombre encontró la mejor excusa para justificar su ambición, su egoísmo y sus ansias de poder, sin perdonar siquiera a sus enviados.
En nombre de supuestos dioses, Jesús fue asesinado y sus seguidores, los cristianos, devorados por los leones en los circos romanos. En nombre de otros dioses, el profeta Mohammed fue expulsado de la Meca, y quienes lo acompañaban fueron masacrados.
En nombre de Dios, la Santa Inquisición consideró, que musulmanes y judíos no tenían derecho a compartir la tierra española y los expulsó. Convencido de ser el portador de un mensaje divino, Adolfo Hitler, decidió mejorar la raza humana y provocó un gran holocausto a alemanes, rusos, polacos y gitanos entre otros, donde judíos, cristianos y ateos, negros y blancos compartieron el nefasto sabor de la muerte. Aportando con el suyo al de otros que consumaron su holocausto sobre armenios, japoneses, árabes, africanos, americanos y actualmente el palestino y ruandés.
Un día, los palestinos nos enteramos que había hombres que consideraban a nuestra tierra, como su “Tierra Prometida” y en nombre de Dios nos expulsaron de nuestra Patria. Y, en una gris mañana de un 15 de junio de 1969, con atribuciones, quizás de algún dios, la premier israelí Golda Meir, sentenció en el Sunday Times, “no existió nada que se pueda llamar palestinos, simplemente ellos no existieron”.
Lo cierto es que los Sagrados Libros de La Torah, La Biblia, El Corán, no sólo fueron blasfemados, sino convertidos por algunos “Iluminados”, en escritura inmobiliaria, fuerza de poder y Guerras Santas, invirtiendo la palabra de Dios de “amaos en odiaos los unos a los otros”, Mientras la profecía hacia los humildes y desamparados fueron aprovechadas por los poderosos para someter a los pueblos, como lo ocurrido con la caída de la palestina ciudad de Jericó en manos de los hebreos donde, según La Biblia en su capítulo de Josue, 6: 21, reza: “Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había, hombres, mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos”.
También fue el hebreo Sansón, quien, invocando el nombre de Dios, derrumbo Gaza, la casa de los filisteos (palestinos), muriendo junto con decenas de ellos. La narración bíblica en Jueces 16;30, relata; “Los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida”. Este accionar se puede interpretar como la semilla que germinó en el actual terrorismo “fundamentalista” suicida de nuestra era moderna. De aquellos que piensan que Dios los gratificará por haber invocado su nombre y diezmado a centenares de seres humanos en mezquitas, iglesias y sinagogas; en pueblos y estados.
Dios único y símbolo de amor, predicó en la palabra del palestino Jesús: “Hoy he venido a traer vida y en abundancia”; los hombres negros, amarillos, rojos y blancos, cristianos, judíos y musulmanes en nombre de Dios sólo debemos generar la vida por sobre la muerte.